Twenty-fourth Sunday in Ordinary Time (Cycle C)

Pope St. John XXIII (Rome)

The readings for today invites us to consider that our God is a God of Beginnings, not a God of endings. He lets Moses begin anew with the Hebrew people even after they turned to idolatry. Paul tells Timothy in our second reading how he had been a blasphemer, arrogant, and a persecutor of the Lord’s presence in the Church. But God began again with him, actually, the God of beginnings gives us an opportunity to start new. He can forgive us because He wants to forgive us and because, well, He is God. He can do all things. God forgives you and me because he loves you and me. When someone loves someone, he or she is willing to give the offending person a chance to begin again. God can and does forgive you and me because he is the God of beginnings who sees all we can be, not just all we could have been. And God values the results of new beginnings. In 1958, before many of you were born, Angelo Giuseppe Roncalli was elected Pope. He served for only five years, but he transformed the world with his openness to God’s love. Politically, he was most probably elected to keep the status quo in the Church. But God used him to renew the Church. He started out with a bang, not taking the name Pius, as the two popes before him, but taking a new name, one that had not been used for centuries, John. John XXIII had a personal motto that he took with him to the papacy and shared with the rest of the world. His motto was simple: Now I begin. He sought forgiveness for the past each day. He renewed his personal life every day. His determination to entrust his life to the God of beginnings result in the transformation of the Church, notably in his calling the Second Vatican Council. His Holiness was indeed a holy man. He is now Pope St. John XXIII. He was canonized at the same time as Pope St. John Paul II. So let’s not give up on ourselves. We don not have the right to give up on ourselves. Yes, we need to seek forgiveness over and over. Yes, we are human beings who often make mistakes. But God loves us and is always ready to give us a new beginning. He does this not just for us, but for the effect our new beginning has on our children, and through them on the world. “Now I begin,” Pope St. John XXIII said. Today and everyday is the day for us to begin. Every day is a new day in God’s Kingdom • AE


A few more reads


Schedule for the Twenty-Fourth Sunday in Ordinary Time

St Dominic Catholic Church (San Antonio, TX)

Saturday September 10, 2022

3.30 p.m. Sacrament of Reconciliation (Confessional)

5.00 p.m. (English Mass @ Main Church)

Sunday September 11, 2022

10.00 a.m. Holy Mass (English Mass @ Main Church)

12.30 p.m. Holy Mass (English Mass @ Main Church)

3.00 p.m. Santa Misa en Español (iglesia principal)


XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

Chassériau Théodore, El Hijo Pródigo (1836), óleo sobre tela, museo d’Orbigny-Bernon (La Rochelle, Francia)

El gesto más provocativo y escandaloso de Jesús fue, sin duda, su forma de acoger con simpatía especial a pecadoras y pecadores, excluidos por los dirigentes religiosos y marcados socialmente por su conducta al margen de la Ley. Lo que más irritaba era su costumbre de comer amistosamente con ellos. Olvidamos que Jesús creó una situación sorprendente en la sociedad de su tiempo. Los pecadores no huían de él. Al contrario, se sienten atraídos por su persona y su mensaje. Lucas nos dice que “los pecadores y publicanos solían acercarse a Jesús para escucharle”. Al parecer, encuentran en él una acogida y comprensión que no encuentran en ninguna otra parte. Mientras tanto, los sectores fariseos y los doctores de la Ley, los hombres de mayor prestigio moral y religioso ante el pueblo, solo saben criticar escandalizados el comportamiento de Jesús: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”. ¿Cómo puede un hombre de Dios comer en la misma mesa con aquella gente pecadora e indeseable? Jesús nunca hizo caso de sus críticas. Sabía que Dios no es el Juez severo y riguroso del que hablaban con tanta seguridad aquellos maestros que ocupaban los primeros asientos en las sinagogas. El conoce bien el corazón del Padre. Dios entiende a los pecadores; ofrece su perdón a todos; no excluye a nadie; lo perdona todo. Nadie ha de oscurecer y desfigurar su perdón insondable y gratuito. Por eso, Jesús les ofrece su comprensión y su amistad. Aquellas prostitutas y recaudadores han de sentirse acogidos por Dios. Es lo primero. Nada tienen que temer. Pueden sentarse a su mesa, pueden beber vino y cantar cánticos junto a Jesús. Su acogida los va curando por dentro. Los libera de la vergüenza y la humillación. Les devuelve la alegría de vivir. Jesús los acoge tal como son, sin exigirles previamente nada. Les va contagiando su paz y su confianza en Dios, sin estar seguro de que responderán cambiando de conducta. Lo hace confiando totalmente en la misericordia de Dios que ya los está esperando con los brazos abiertos, como un padre bueno que corre al encuentro de su hijo perdido. La primera tarea de una Iglesia fiel a Jesús no es condenar a los pecadores sino comprenderlos y acogerlos amistosamente. El Santo Padre nos recuerda con frecuencia que Dios perdona siempre, perdona todo, perdona a todos, cuando la gente escucha esto, aplaude con entusiasmo. Tengo para mi -pecador y trabajador de la viña del Señor- que seguramente esto es lo que mucha gente de fe pequeña y vacilante necesita escuchar hoy con claridad de la Iglesia • AE


¿Qué leer?