Solemnity of Saint Joseph, spouse of the Blessed Virgin Mary (2023)

Dios te salve, José, lleno de la gracia divina.
Entre tus brazos descansó El Salvador y ante tus ojos creció.
Bendito eres entre todos los hombres,
y bendito es Jesús, el hijo divino de tu Virginal Esposa.
San José, padre adoptivo de Jesús,
ayúdanos en nuestras necesidades familiares, de salud y de  trabajo,
hasta el fin de nuestros días, y socórrenos a la hora de nuestra muerte. Amén”.


There is a movie from the early fifties, «The Quiet Man» starring screen legends John Wayne, Maureen O’Hara and Barry  Fitzgerald. It took place in Ireland, where John Wayne had returned after a boxing career in the US to find some peace and quiet, hence the film’s title «The Quiet Man.» Ironically, he fell in love and found just the opposite.  Today is the solemn feast of St. Joseph, the Spouse of Mary. If a film would be made of his life today, I think it might also be called «The Quiet Man» but with a different storyline than that portrayed by John Wayne. St. Joseph was truly «the quiet man» in the history of human salvation. Holy Scripture does not have much to say ABOUT him nor does it contain much of a record ABOUT THING HE SAID. And, yet, his quiet and unassuming role in the lives of the Blessed Virgin Mary and her Divine Son Jesus have earned him an unforgettable and amazing place in our Christian faith. He was husband of the Blessed Virgin Mary. If it were not for that fact, if it were not for her, the world would never have heard of this «quiet man.» He loved a young Jewish maiden who said «yes» to God in complete trust and confidence and he joined her in that «yes.» St. Joseph and the world would never be the same. For the Christian, Joseph as «husband of Mary» is the model of openness to God’s will. Joseph was the «foster-father of the Lord Jesus.» St. Thomas Aquinas wrote that in the incarnation and birth of Jesus Christ, he needed the care and protection of a father. Pope Francis describes the fatherhood of Joseph in several ways: «A beloved father, a tender and loving father, an obedient father, an accepting father, a creatively courageous father, a working father, a father in the shadows.» A quiet man of whom Pope Benedict XVI encouraged, «Let us allow ourselves to be ‘infected’ by the ‘silence of St. Joseph.’ So, we have much need of it in a world which is often too noisy, which does not encourage reflection and listening to the voice of God. For the Christian, Joseph as «foster-father of the Lord Jesus» is the father, guardian and protector of the Church, the «Body of Christ throughout time.» He is our «foster-father.» Joseph was a «working man who found God’s presence in human labor.» Joseph was a humble man who did not seek recognition or privilege in the conduct of his daily life. The callouses on his hands bore great witness to the dignity of everyday ordinary life. For the Christian, Joseph as a quiet «working man» showed what it meant to «practice the presence of God.» He is a «model of quiet prayer and closeness to Jesus, whose example invites us to think about the time we devote to prayer each day.»  «Each of us,» Pope Francis has said, «can discover in Joseph – the man who goes unnoticed, a daily, discreet and hidden presence – an intercessor, a support and a guide in times of trouble. Saint Joseph reminds us that those who appear hidden or in the shadows can play an incomparable role in the history of salvation.» On this Feast of St. Joseph let us beg God for the grace to imitate «the quiet man» in the daily unfolding of our own personal salvation • AE


Solemnidad de San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María (2023)

B. Esteban Murillo, San José y el niño (1668), óleo sobre tela, Museo de Arte Kemper (Kansas City)

Cuando María recibió el anuncio del ángel tendría unos quince años. En aquella época la vida era muy breve, por lo tanto las jóvenes se casaban en cuanto podían ser madres. José tendría algunos años más. Las imágenes del San José adulto o viejito no tienen base en la realidad. Eran dos jóvenes de Nazaret que se habían enamorado y ya estaban comprometidos para casarse. Dios interviene en sus vidas. No las invade, les propone un proyecto enrome, de consecuencias increíbles. En primer lugar a María. Aquella jovencita pobre y humilde que iba a la fuente con un cántaro de barro recibe la propuesta más profunda y bella que han escuchado los oídos humanos. Y su respuesta no es ni obligada ni  ingenua: “He aquí la esclava del Señor hágase en mi según tu palabra”. Y queda embarazada sin intervención de un varón, sino por obra del Espíritu Santo. La Palabra se hizo carne en María y habitó entre nosotros. No se sentía libre de comunicárselo a su novio. Dios vería qué hacer. El pobre José no entendía nada. Confiaba plenamente en su prometida. Él no la había tocado. Debió pasa días muy duros decidiendo dejarla sin hacer escándalo. Hasta que Dios le comunica la vedad. En ese momento José podía haber rechazado el plan de Dos, pero lo amaba, igual que a su novia. Y acepta. El ángel le dicé: «Le podrás por nombre Jesús». Con ello le está dando toda la función de padre. El profundo amor de José a Dios, a María y a Jesús compensó ampliamente el sacrificio que Dios le pedía. En estas páginas del evangelio hay un ambiente de castidad. Eso no significa de ninguna manera desprecio por lo sexual. Dios todo lo hace bien, y ha querido que las relaciones sexuales sean la forma privilegiada y más bella de manifestar el amor de una pareja. Pero estamos ante un caso muy especial. Ningún varón podía dar la naturaleza divina a Jesús. Jesús no podía tener un padre fisiológico, porque su Padre es Dios. Pero ¿había amor entre María y José? La mejor respuesta es la de Jean Guitton, un teólogo francés: “En general nos quieren hacer creer que María no amó a José realmente, sino que más bien encontró en él a un protector, a una especie de sombra que ocultaba a los demás lo que estaba ocurriendo en su seno. De manera semejante nos hacen creer que José amaba a María como un patriarca ama a una criatura que le ha sido confiada. Si así fuera, efectivamente, el amor no habría tenido lugar en su vida. Pero no fue así, José experimentó el amor de una forma absolutamente inexpresable. Fuerte como los torrentes de la montaña, tranquilo y suave como un lago sereno y con el frescor del agua de una fuente cristalina. El amor del hombre se amolda al amor de la mujer que como hábil educadora modera su impulso para que se transforme en cuidado y ternura que le hace capaz de recibir y dar. (La Vierge Marie, Aubier, Paris, 1949). José y María no eran semidioses sino personas normales, y como tales se amaron. El cardenal  Suenens, en los años del Concilio Vaticano II, decía: «María amó a José como ninguna otra mujer ha amado a su marido. José era para ella una permanente fuente de alegría. Ambos se aman plenamente y en sintonía con el llamado que habían recibido. La renuncia a tener relaciones matrimoniales no era ningún obstáculo para el amor, al contrario, lo eleva y fortalece.” La encarnación del Hijo de Dios no hubiera estado completa sin el aporte de su padre adoptivo. De la misma manera que nuestra vida ha sido  profundamente marcada por nuestro papá. María le dio la carne y junto con José moldearon su espíritu. José le enseñó muchas cosas. Jesús, percibiendo la ternura de José, descubrió la ternura de Dios Padre. Luego nos dirá que llamamos a Dios Abba (papito), porque así él llamaba a José. Llama la atención que el evangelio nos diga tan poco de una figura tan grande. Ni siquiera  nos dice cómo y cuándo murió. Pero si no estaba al pie de la cruz acompañando a María es porque ya habia muerto. Y nada menos que en los brazos de Jesús y María. En un mundo hipersexualizado en el que para muchos el sexo es lo único que importa, la figura de San José tiene un relieve especial por eso nuestra oración, sencillísima, podría ser que nos sintamos agradecidos y orgullosos por estar al cuidado de San José y que luchemos todos los días por parecernos un poco más a él • AE