
At the end of today’s gospel, Jesus speaks about those things that defile a person. He lists the negatives within the hearts of sinful people. The Lord also recognizes the opposite, those things within a person that lead him or her closer to God. For within a person there are truth, beauty and love Within a person there is the determination to live for God. All these are really gifts of grace planted within a person by the Lord. They show their presence when that person is generous, truthful, kind, empathetic, and wise, to name a few virtues. When we treasure that which is within us, the very presence of God, we cannot help but serve His presence in others. Religion that is pure and undefiled before God and the Father is this: to care for orphans and widows in their affliction and to keep oneself unstained by the world.
We cannot and should not turn our faith and our places of prayer into platforms for singing about how rotten the world is or how infiltrated the Church is. We cannot forget that Jesus assured us that the wheat and the weeds grow together. We must recognize, yes, that there is evil in the world in which we live and within us, but evil will never have the last word. The last word is for Christ, dead on a cross and resurrected forever. That is why the motto of the Carthusian Order is so fascinating and attractive. Back in the tenth century, Saint Bruno chose these wise words for the order he had just founded, as a reminder for those who would follow his spirituality: Stat crux dum volvitur orbis, Latin for The Cross is steady while the world turns.
The symbol of the Christian is the Cross. The cross is both a reminder of the sacrificial gift of the Lord and a call to join the Lord in the unique and only true love that exists, sacrificial love. By reaching out to others, by sacrificing ourselves for others, we take steps out of ourselves and leap into the Love of God. Religion is not difficult. All that is required of us is for us to take a close look at our interior attitudes and then let our external actions reflect whom we are, followers of Jesus Christ, religious people, people tied to God • AE

St. Joseph Catholic Church (Dilley, TX) • Weekend Schedule

Fr. Agustin E. (Parish Administrator)
Saturday August 31, 2024.
5.00 p.m. Sacrament of Reconciliation
6.00 p.m. Santa Misa.
Sunday, September 1, 2024
8.00 a.m. Sacrament of Reconciliation
8.30 a.m. Holy Mass.
10.30 p.m. Sacrament of Reconciliation.
11.00 a.m. Holy Mass.
Friday, September 6, 2024 • First Friday Devotion
5.00 p.m. Sacrament of Confession
6.00 p.m. Holy Mass
7.00 p.m. Eucharistic Adoration & Eucharistic Benediction

Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

Rembrandt, Rostro de Cristo (1605), óleo sobre tela, Museo Metropolitano de Nueva York
Un grupo de fariseos de Galilea se acerca a Jesús en actitud crítica. No vienen solos. Les acompañan algunos escribas venidos de Jerusalén, preocupados sin duda por defender la ortodoxia de la gente sencilla de las aldeas. La actuación de Jesús es peligrosa. Conviene corregirla. Observan que sus discípulos no siguen ciertas tradiciones. Aunque hablan del comportamiento de los discípulos, su pregunta se dirige a Jesús, pues saben que es él quien les ha enseñado a vivir con aquella libertad sorprendente. ¿Por qué?
Y Jesús responde con unas palabras del profeta Isaías que iluminan su mensaje y su actuación. Estas palabras con las que Jesús se identifica totalmente hemos de escucharlas con atención, pues tocan algo muy fundamental de nuestra religión. Según el profeta, esta es la gran queja Dios: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». Este es siempre el riesgo de toda religión: dar culto a Dios con los labios, repitiendo fórmulas, recitando salmos, pronunciando palabras hermosas, mientras nuestro corazón está lejos de él. Sin embargo, el culto que agrada a Dios nace del corazón, de la adhesión interior, de ese centro íntimo de la persona de donde nacen nuestras decisiones y proyectos. Cuando nuestro corazón está lejos de Dios, nuestro culto queda sin contenido. Le falta la vida, la escucha sincera de la Palabra de Dios, el amor al hermano. La religión se convierte en algo exterior que se practica por costumbre, pero en la que faltan los frutos de una vida fiel a Dios.
En toda religión hay tradiciones que son humanas: Normas, costumbres, devociones que han nacido para vivir la religiosidad en una determinada cultura. Pueden hacer mucho bien. Pero también pueden hacer mucho daño cuando nos distraen y alejan de lo que Dios espera de nosotros. Las costumbres y tradiciones nunca han de tener la primacía.
Después de citar al profeta, Jesus dice: «Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”. Cuando nos aferramos ciega o fanáticamente a tradiciones humanas, corremos el riesgo de olvidar el mandato del amor, alejándonos del camino trazado por Jesus, Palabra encarnada de Dios. En la religión cristiana, lo primero es siempre Jesús y su llamada al amor. Solo después vienen nuestras tradiciones humanas, por muy importantes que nos puedan parecer. El padre Antonio Ruiz Retegui hablaba con mucha sensatez sobre la absolutización de lo institucional. Hace tiempo escribía: «El aspecto institucional tiende a hacerse dominante sobre el aspecto propiamente espiritual, de conciencia. La institución se convierte en instancia última y, en consecuencia, en la referencia definitiva y absoluta: la institución se convierte en un fin en sí misma. El fin que la institución está llamada a cumplir se desvanece y aparece como el mantenimiento de la propia institución, que tenderá a prevalecer sobre las personas. Su unidad ya no procederá de la concordia en el cumplimiento de la misión, sino en la defensa de los elementos estructurales de la propia institución en sí misma». Y terminaba: cuando el fin se difumina, la propia institución cambia de carácter y se desvirtúa. El padre Ruiz Retegui hablaba de una institución dentro de la Iglesia, pero esto aplica para una parroquia, una orden religiosa, una escuela, incluso una familia. No hemos de olvidar nunca lo esencial. Que el Espíritu de Dios nos regale hoy su luz para volver nuestros corazones a Dios, y alabarlo con ambos: labios y corazón • AE

























