
Celebramos hoy a a San Ignacio de Loyola, y podríamos preguntarnos con razón: ¿qué tiene que ver un exsoldado del siglo XVI con nuestra vida espiritual en pleno siglo XXI? Mucho más de lo que parece. Ignacio nació en 1491, hace 534 años, y fundó la Compañía de Jesús en 1540, hace 485 años. Apenas un año después, en 1541, se publicaron por primera vez sus Ejercicios Espirituales. ¿Y por qué siguen tocando el corazón de tantos? Porque Ignacio entendió que la lucha más decisiva no se libra en campos de batalla, sino en el alma. Nos enseñó a discernir. A ordenar los afectos. A buscar a Dios en todo. Y a no tener miedo de mirar dentro de nosotros mismos… para elegir con libertad lo que más nos conduce al amor. En un mundo que nos fragmenta, nos distrae y nos dispersa, Ignacio es un maestro de profundidad y unidad interior. No nos dice qué hacer, sino cómo escuchar a Dios. Su método no envejece porque el alma humana sigue necesitando luz, silencio y dirección. Hoy, más que una devoción, San Ignacio es una invitación: a vivir con propósito, a elegir con sabiduría, y a servir con alegría • AE
