Twenty-first Sunday in Ordinary Time (Cycle C)

E. Hopper, Rooms by the Sea (detail) (1951), oil on canvas, Yale University Art Gallery (New Haven)

In today’s Gospel, someone asks Jesus: “Lord, will only a few people be saved?” It’s the kind of question we might still ask: how many will make it to heaven? But Jesus doesn’t answer with numbers. He invites us instead to look at ourselves: “Strive to enter through the narrow gate.” In other words, don’t waste time speculating—live your faith with decision. The narrow gate is not meant to scare us. It is an image that calls us to be serious in our following of Christ. Many want to enjoy the blessings of being near Him without really committing their lives: “We ate and drank in your company.” But the Gospel reminds us that it’s not enough to be “around” Jesus; what matters is to walk with Him, to let Him transform our hearts. And then comes the surprise: “Some are last who will be first, and some are first who will be last.” The Kingdom of God does not depend on social position, titles, or privileges. People will come from the north and south, east and west, and all will have a place at the table if they have opened themselves to God’s grace. What matters is not what we once had, but how we live now. This makes me think of C.S. Lewis, who once wrote: “The door to heaven is narrow, but it opens on the inside.” The effort is real, but God’s mercy is greater still. Musically, Bach’s Jesu, Joy of Man’s Desiring captures this so well. Its melody is steady and gentle, never loud or spectacular, but it leads the heart toward peace. That’s how the narrow gate feels: not the broad, noisy road of distraction, but the quiet and beautiful way of Christ. So the question is not “How many will be saved?” The real question is: Am I willing to walk through that narrow gate today, with faith, with love, with Him? AE


St. Joseph Catholic Church (Dilley, TX) • Weekend Schedule

Fr. Agustin E. (Parish Administrator)

Saturday, August 23, 2025.

11.00 a.m. Sacrament of Baptism for Etta Sue Hall

(Presider: Fr. Jesus Anguiano)

5.00 p.m. Sacramento de la Confesión

6.00 p.m. Santa Misa.

Sunday, August 24, 2025

8.00 a.m. Sacrament of Reconciliation

8.30 a.m. Holy Mass.

10.30 p.m. Sacrament of Reconciliation.

11.00 a.m. Holy Mass.


XXI Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

Francisco de Goya (1746–1828), La cometa (1777), óleo sobre lienzo, Museo Nacional del Prado (Madrid)

En el Evangelio de este domingo, alguien le pregunta a Jesús: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?» La pregunta busca un número, una estadística. Pero Jesús no responde con porcentajes, sino con un desafío: «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha.» Con esto nos recuerda que la salvación no es un asunto de curiosidad, sino de decisión. La puerta estrecha no significa exclusión, sino profundidad. Es angosta porque nos obliga a dejar atrás lo que estorba: el orgullo, las excusas, las máscaras. No se trata de “estar cerca” de Jesús de manera superficial—«Comimos y bebimos contigo»—sino de dejarnos transformar por Él de verdad. Conocerlo no es lo mismo que haber pasado tiempo cerca; conocerlo es dejar que su amor nos cambie por dentro. Me viene a la mente una escena de Don Quijote de la Mancha: cuando Sancho, cansado de tantos golpes y decepciones, sigue acompañando a su señor porque ha aprendido a mirar más allá de la locura y reconocer lo esencial de la fidelidad. Así también es la puerta estrecha: parece absurda a los ojos del mundo, pero es el camino de la fidelidad y del amor que no se rinde. Y pienso también en el Ave Verum Corpus de Mozart. Su música es breve, sencilla, sin adornos excesivos, pero justamente en esa sobriedad radica su belleza. No necesita alardes; basta un par de notas para abrirnos a lo eterno. Así es el Evangelio de hoy: un llamado sencillo, pero decisivo, a escoger lo esencial. La pregunta entonces no es “¿cuántos se salvarán?”, sino: ¿estoy yo dispuesto a atravesar hoy esa puerta estrecha del amor, aun cuando cueste, sabiendo que del otro lado está la mesa del Reino? AE

El Ave Verum Corpus de Mozart, compuesto en junio de 1791 para la fiesta del Corpus Christi en Baden, fue una de sus últimas obras, escrita apenas unos meses antes de su muerte. Es música sencilla y breve, pero llena de hondura, como si Mozart ya estuviera mirando hacia la eternidad.

Esta interpretación de 1990 dirigida por Leonard Bernstein tuvo lugar en la Basílica barroca de Waldsassen, en Baviera, un templo del siglo XVIII famoso por su fastuoso coro de estatuas talladas y su resonancia única. Escuchar allí este motete es casi un regreso al espíritu para el cual fue escrito: la unión de arte y fe en un espacio sagrado. Aunque la calidad del video no sea la mejor, el lugar, la obra y la dirección de Bernstein hacen de esta versión una verdadera joya histórica y espiritual.


Aun es verano ¿Qué lees?