Thirtieth Sunday in Ordinary Time (Cycle C)

Anonymous Orthodox Iconographer (Contemporary), The Pharisee and the Publican,
Icon on wood and tempera (Private collection).

Two men pray in the temple: one tall with pride, the other bowed in shame. The Pharisee boasts of his fasting and tithing; the tax collector can only beg for mercy. And it is the broken man, not the perfect one, who goes home justified. Oscar Wilde once wrote in De Profundis: “Where there is sorrow, there is holy ground.” That single sentence shines light on the Gospel. The Pharisee’s prayer is polished but hollow; the tax collector’s sorrow is messy but real. God listens to the ground where sorrow and honesty meet. Joseph Haydn captured something similar in his The Creation. The music shifts from chaos to light, from confusion to order. It reminds us that God shapes beauty out of weakness, not out of human pride. The low notes of humility are the soil where grace takes root. Jesus’ words echo across the centuries: “Whoever exalts himself will be humbled, and whoever humbles himself will be exalted.” The way up is always the way down AE


St. Joseph Catholic Church (Dilley, TX) • Weekend Schedule

Fr. Agustin E. (Parish Administrator)

Saturday, October 25, 2025.

11.00 a.m. St. Joseph Catholic Church Bingo 2025

5.00 p.m. Sacramento de la Confesión

6.00 p.m. Santa Misa.

Sunday, October 26, 2025

8.00 a.m. Sacrament of Reconciliation

8.30 a.m. Holy Mass.

10.30 a.m. Sacrament of Reconciliation.

11.00 a.m. Holy Mass.


XXX Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

L. Alenza y Nieto, Leonardo, Borracho (hacia 1835), óleo sobre cartón, Museo Nacional del Prado (Madrid)

El Evangelio de hoy nos presenta dos hombres en el templo, dos oraciones, dos corazones. El fariseo se planta seguro de sí mismo, convencido de que su disciplina y sus obras lo colocan por encima de los demás. El publicano, en cambio, permanece al fondo, con la mirada baja y el pecho golpeado por la conciencia de su pecado. Solo alcanza a decir: “Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador”. Y es él, no el fariseo, quien vuelve a casa justificado. La paradoja del Reino está aquí con toda claridad: no es la apariencia de virtud lo que salva, sino la verdad de un corazón quebrantado. El fariseo cree presentarle a Dios un trofeo, pero en realidad solo se escucha a sí mismo. El publicano no tiene méritos que exhibir, y sin embargo encuentra lo que más necesitamos: misericordia. Este contraste lo retrató con hondura Graham Greene en El poder y la gloria. Su “cura whisky” es un sacerdote débil, marcado por la culpa, que parece indigno de su ministerio. Pero es justamente en esa grieta donde se abre paso la gracia, en oposición a otros personajes “intachables” que carecen de compasión. Greene nos recuerda que Dios prefiere la verdad herida a la perfección fingida. La música también sabe expresar esta verdad. En las Vísperas de la Beata Virgen de Monteverdi, la súplica “Audi coelum” sube al cielo con un equilibrio sorprendente de majestad y fragilidad. La melodía no presume, sino que se abre paso como un ruego humilde, casi tembloroso. Es el eco sonoro del publicano: un canto que no confía en sí mismo, sino en la bondad de Dios que escucha. Jesús concluye: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. No es una amenaza, sino la lógica del amor divino: quien reconoce su pobreza encuentra la riqueza del perdón, y quien se desarma delante de Dios termina sostenido por Él AE


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